"Despertar", de Julio Linares (Foto: Nicole Tamara)

La ausencia de contenido cultural y la falta de atención a las artes se repiten en todo el mundo. Los medios de comunicación, cada vez más, dedican escasos o nulos espacios a transmitir noticias e información sobre el ámbito cultural. Actividades que antes ocupaban un lugar relevante, como la danza, la pintura, el teatro y otras expresiones artísticas, han sido sustituidas por programas centrados en la farándula y el espectáculo.

Lo que en el pasado servía para formar sensibilidades, alimentar el espíritu y fomentar la creatividad —como la contemplación de una obra de arte, la asistencia a una obra teatral o la lectura de un buen libro— ha sido relegado.

En su lugar, la televisión, la radio y la prensa nos inundan con imágenes, sonidos y lecturas que solo resaltan la superficialidad y los chismes. Como lo señala Mario Vargas Llosa en su ensayo La civilización del espectáculo: “El periodismo de nuestros días, siguiendo el mandato cultural imperante, busca entretener y divertir informando, con el resultado de crear una prensa light, ligera, amena, superficial y entretenida que, en casos extremos, si no tiene informaciones de esta índole, las fabrica ella misma”.

A esto se suma la llegada de la inteligencia artificial, que maneja ingentes cantidades de información tanto en textos como en audiovisuales, procesándolos de manera inmediata, lo que tomaría mucho más tiempo a los humanos. Como si no fuera suficiente, el ciudadano común se involucra cada vez más en las redes sociales, entrando en un laberinto de información infinita. Navegando en ese túnel sin fin, al llegar al último clic, se encuentra solo y aislado, apagando su computadora para quedarse frente a una pantalla en negro, con la mente vacía y el espíritu adormecido.