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A Muñante lo sacaron de la universidad

Diana Gómez Huarcaya

19 de setiembre de 2024

En la tarde del seis de junio, once minutos fueron suficientes para inundar todo el auditorio de la Universidad San Marcos en Perú. Con arengas y gritos, el colectivo de estudiantes sanmarquinos, miembros liberales de la universidad, exigía, a través de insultos, pañoletas verdes y banderas LGBTIQ+, que se cancelara la conferencia. Se buscaba exiliar al legislador Alejandro Muñante por sus ideas conservadoras y sus actos como legislador. Ante la falta de respuesta afirmativa a sus exigencias, se desató el caos: se violentó al personal de seguridad, así como a los asistentes e invitados de otras universidades. Si bien las ideas nos dividen, ¿estar en desacuerdo con ciertas ideologías excusa la violencia? ¿La tolerancia no tiene cabida dentro de pensamientos distintos? ¿Tener una ideología condena a no cambiarla jamás? No. Todas las respuestas se dirigen a un gran y rotundo no.



 “San Marcos es del pueblo, no de los corruptos”: alumnos de la UNMSM


rechazan a congresista Alejandro Muñante e impiden su evento (Fuente:Infobae)

Abraham Maslow, con su teoría de la autorrealización, sugiere que los individuos están en un proceso continuo de desarrollo y transformación personal. Esto implica que el cambio de ideas no solo es posible, sino necesario. Un ejemplo es Kenji Fujimori, hijo de Alberto Fujimori, quien, tras pertenecer al partido Fuerza Popular, decidió romper con él y fundar un nuevo partido más independiente. Como es de esperar, las críticas, como avalancha, casi lo hacen desaparecer, casi. De aquí la importancia de tolerar las diferencias y no atacar. John Stuart Mill defiende la tolerancia hacia distintas opiniones y estilos de vida, ya que esto es la base del progreso social y político. Es decir, aceptar, entender y avanzar.



Escupen y botan a congresista Alejandro Muñante en la universidad San Marcos (Fuente: DiarioViral)


Además, debemos reconocer que la violencia anula la razón de la protesta. Según Hannah Arendt, la violencia desdibuja el sentido de un movimiento en todos sus aspectos. Desvía la atención de los problemas centrales y genera una respuesta negativa tanto del público como de las autoridades. Por lo tanto, no es razonable lanzar puñetes, como si fueran flores, ni sacar la lengua ofensivamente a un legislador.


Las ideologías no abarcan la personalidad totalitaria de un ser humano, pero se llega a interpretar como tal. Esto, de la mano con golpes, metidas de madre y forcejeos, desvalorizan las bases de nuestras protestas. Hacemos los movimientos para ser escuchados y no para ser agredidos; evitemos relacionar la palabra protestar con violentar. Tenemos que eludir, pues no deseamos que, al cabo de once minutos, olvidemos nuestra lucha y nos preguntemos por qué estamos gritando en la puerta principal de un auditorio, queriendo linchar a un tal Muñante.


Editado por 

Julia Castillo

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Diana Gómez Huarcaya

Periodista por sueño y fotógrafa por exceso. Soy estudiante de comunicación de la UPC en Perú.

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