Mareas que incomodan al poder: voces críticas desde el Periodismo
Valeria Ocaña Vizcaíno
11 de setiembre de 2024
Evento inaugural del Festival Zarelia 2024, la espiritualidad y la pluriculturalidad
asumieron roles protagónicos de denuncia social. (Foto: José Jácome / EFE).
La primera vez que asistí a una marcha feminista fue porque una amiga me animó. Sentía un ambiente de reclamo, de dolor, pero también de seguridad y de sororidad. Sabía que, mientras estuviera con esas mujeres fuertes, protectoras y denunciadoras, estaría bien y así fue. Posteriormente, apareció una nueva ocasión, debía ir a mi primer 8M como una tarea para la facultad. El temor de no poder volver a casa por los cierres viales se avecinaba conforme la tarde se desvanecía para dar paso a la noche. Luego, esa angustia pasó a segundo plano para concentrarse en las agresiones policiales hacia quienes marchaban, recordé que una hora antes había entrevistado a una mujer de edad avanzada cuya motivación era la equidad de género y sus preocupaciones eran la violencia contra la mujer y los femi(ni)cidios. Sentía miedo de que algo le hubiese pasado.
Jamás he entendido a los gobiernos en muchos aspectos, peor a las fuerzas del “orden público”. No comprendo su perspectiva de creer que es amenazante, para la democracia y la tranquilidad, la participación y manifestaciones de colectivos feministas y LGBTQ+, comunidades neurodivergentes, infancias, maternidades, trabajadoras sexuales y periodistas que marchan por sus derechos y sus afectaciones en fechas como el Día Internacional de la Mujer. ¿De verdad es necesario llevar caballos y perros de la policía para que empujen adultas mayores que sostienen el cartel con una denuncia? ¿Qué ganan las autoridades montando vallas alrededor del Palacio de Carondelet, en lugar de tomar acciones para disminuir los casos de abuso sexual infantil en las escuelas y colegios? ¿Por qué no se usa la misma fuerza para buscar agresores, feminicidas y violadores que escapan de la justicia y también para encontrar a tantas desaparecidas?
Comunicadoras y periodistas organizadas, encaminadas para resaltar lo que se oculta
El 26 y 27 de agosto se llevó a cabo la quinta edición del Festival Zarelia en Quito, Ecuador. Además de reunir a periodistas feministas y presentar una serie de actividades de reflexión y análisis en torno a los contextos actuales de violencia y odio, me ofreció muchas respuestas y herramientas para determinar cómo el poder se siente incómodo por las narrativas que le parecen ajenas. El Estado patriarcal, capitalista, capacitista, racista, xenófobo y heteronormativo solo ve por sus intereses y cree que todo su accionar es excelente. El Estado aplica su mínimo esfuerzo para buscar aprobación popular por montones, así hay personas que aplauden por la apertura de un nuevo hospital, por la captura de un delincuente y por políticas públicas que afectan a la población menos favorecida. Las narrativas hegemónicas y oficiales siempre están del lado del Estado y ahí es cuando el periodismo feminista hace resistencia.
Coloquio inaugural “Violencias contra mujeres periodistas y comunicadoras en contextos de autoritarismos, políticas anti-derechos y discursos de odio”. (Foto: Facebook de Festival Zarelia - Periodismo, Medios Digitales, Género y Feminismo. Subida el 6 de septiembre de 2024).
En los países de Latinoamérica, la democracia está en crisis. Es evidente, el incremento de los ataques, discursos estigmatizantes y las restricciones en acceso a la información pública. En dicha línea, Clanci Rosa, de Revista La Brújula en El Salvador, enfatizó en la clave principal para encontrar esperanza a partir del periodismo feminista: El trabajo en red. Efectivamente, el trabajo de periodistas, corresponsales y comunicadoras comunitarias posibilita una cohesión que visibiliza historias, que anima en momentos difíciles y que ofrece una democratización de saberes y conocimientos. Esa unión les hace frente a las estadísticas de 2023, en El Salvador, el peor año para la libertad de prensa desde que Nayib Bukele asumió el poder.
Por otra parte, Camila Parodi, periodista argentina de Marcha Noticias y LatFem, comentó los contextos de autoritarismo, donde no importa si se trata de una tendencia política de izquierda o derecha para que se catalogue de esa forma. Describió que el problema yace en una falta de imaginación política para representar y dar solución a problemas. Por lo tanto, los resultados de las elecciones se explican por las decisiones de la clase política. Gana el desinterés por la política y el individualismo. Reveló que las narrativas feministas se pueden construir con intergeneracionalidad en donde se ve a las infancias y a personas de edad avanzada con roles esenciales en la sociedad.
En este panel, también participaron las periodistas Sofía Montoya de Las Warmis y Alondra Santiago de Ingo Ec, quien participó mediante Zoom ya que su permanencia en el país se vio afectada a partir del accionar del gobierno de Daniel Noboa por realizar una crítica a través de modificaciones en la letra del Himno Nacional. Montoya aclaró que las decisiones del presidente no están destinadas netamente a mantener un orden en época de conflicto armado interno, sino que buscan consolidar su poder en un momento de grave inestabilidad. Claramente, no tuvo sentido revocar la visa de Alondra Santiago, bajo la justificación de catalogar su crítica como un “acto contra la seguridad y el Estado”.
El auténtico periodismo feminista es un entretejido comunitario, interseccional, intergeneracional, se hace desde diferentes territorios y colectividades. (Foto: Facebook de Festival Zarelia - Periodismo, Medios Digitales, Género y Feminismo. Subida el 10 de septiembre de 2024).
Nosotras somos la respuesta y la fuerza
Hace tiempo una docente feminista dijo algo que me marcó: “No hay movimiento perfecto, el feminismo tampoco lo es”. Así es, no podemos pintar un panorama ideal donde toda persona que lucha en estas colectivos es buena. En época electoral, todo mundo quiere presentarse como feminista, antirracista, proaborto, proanimales y cualquier cosa que le sirva para ganar votos y verse actual. De igual forma sucede con medios alternativos, los cuales expresan su “narrativa revolucionaria”, pero mantienen la explotación laboral, los encubrimientos de acoso laboral, la violencia de género y faltas de respuestas ante asuntos que dicen ser de su interés.
Al final, debemos aprender a usar nuestra voz, nuestra pluma y nuestro talento de manera consciente y coherente con nuestros principios. A la vez es una decisión complicada en ocasiones, pero vale la pena. Es necesario desarrollar y potenciar estos espacios que comunican desde la resistencia, la ternura y otras visiones, es esencial darle herramientas a más gente para que haga nuevas formas de periodismo, expresiones y críticas desde sus trincheras. En lo posible, se debe evitar la caída en una generación de contenidos estereotipados.