El duelo incompleto en El teatro de Sabbath (1996), de Philip Roth

En la que es, probablemente, la escena más icónica de Magnolia (1999), Tom Cruise , quien interpreta a Frank, un sex-symbol machista cuya fuente de ingresos es vender cursos de cómo ser un imán de mujeres, visita a su moribundo padre que lo abandonó cuando era un niño. Entonces se ve enfrentado al dolor de haber creado su persona a partir de una ausencia. Ni siquiera de una presencia, como es lo usual, sino que él es quien es por algo que nunca sucedió. Y, no obstante, mientras Frank está realizando su catarsis y expresa lo que reprimió durante años, su padre apenas puede oírlo. Se termina yendo mientras Frank ruega por el tiempo perdido ¿Cómo puedes odiar a alguien toda tu vida para que al final se vaya sin obtener la tan ansiada venganza o dar el perdón que, a final de cuentas, resultan ser casi lo mismo?

El personaje de Frank, al estar tan cercano a la muerte del otro, se vuelve consciente de la futilidad del tiempo y cuánto se pierde de él solo por odiar. El final de Frank es bastante optimista porque decide buscar a alguien más y perdonarlo. Esta reconciliación con la pérdida, por otra parte, no se concreta nunca en la novela de Philip Roth ganadora del National Book Award, El teatro de Sabbath (1996). A diferencia de la película de Paul Thomas Anderson, en donde varios personajes consiguen dejar atrás la difícil relación con sus padres y sobrellevar la pérdida de la figura paterna que implica, el protagonista de la novela, Mickey Sabbath, así como la gente que lo rodea, está condenado a errar incompleto el resto de su vida.

Sabbath es un personaje desagradable, tanto que uno como lector a menudo piensa que todo lo malo que le sucede se lo ha ganado o, por lo menos, es lo que se merece. Autodestructivo, sardónico, pedante y anticuado, Mickey Sabbath desentona en un mundo tan pacífico como el que le han amoblado sus parejas y amigos. Y, no obstante, para él nada es suficiente nunca. Siempre se las arregla para corromper todas las situaciones en las que se ve envuelto, como si fuera consciente de que no es una paz que se ha ganado y, en su búsqueda de castigo, acabara lastimando a otros y mereciendo más flagelación por ello. No es un personaje que se pueda justificar, pero, por breves momentos, uno no deja de empatizar por sus orígenes, algunos de los momentos donde mejor podemos apreciar la vulnerabilidad que tanto disimula a lo largo del libro. La pérdida que más lo marca y la que llevará a cuestas durante toda su vida es la de su hermano Morty, quien fallece en Filipinas durante la Segunda Guerra Mundial. A partir de esta pérdida su vida familiar se torna no solo fría, sino indiferente, pues su madre queda en una especie de estado catatónico dentro del cual ya no es capaz de reconocer a Mickey y este último le guarda rencor a su padre por no haber hecho nada al respecto.

Esta es solo la primera de la serie de pérdidas a las que tendrá que responder Sabbath, y puede que la más injusta. Cada que el nombre de Morty salga a colación, uno puede estar seguro de que habrá dolor de por medio y no solo el protagonista tendrá que enfrentarse a su pequeño lugar en el mundo, sino que también los demás personajes y el lector quien verá cómo la familia de Sabbath busca desesperadamente un sentido a dicha muerte. Además, el fallecimiento de su hermano también implica la pérdida de la inocencia. Ya no es el hermano menor que podía resguardarse bajo el ala del mayor. Debe asumir su independencia de las figuras fraternas y paternas y ser un adulto. Sabbath es un muchacho precoz al que le urge ser adulto y cuando le cuesta mantener sus erecciones añora la juventud. Se la pasa viviendo en una edad que no existió, en una nostalgia irremediable. No es casualidad entonces que la novela siempre esté mirando hacia atrás. Tenemos dos líneas narrativas: Sabbath afrontando la muerte de Drenka, su leal amante y preparando su muerte, pero también repasamos los momentos clave de su pasado, sus escándalos y otras amantes, que, de cualquier manera, también fueron escándalos.

Entonces conocemos a Nikki, su primera esposa, una bellísima actriz que es incapaz de dejar ir el cadáver de su madre y desaparece de la vida de Sabbath sin dejar rastro, quizás orillada por las constantes infidelidades de su marido con la que sería su segunda esposa, Roseanna. Ella, por otra parte, depende emocionalmente de Sabbath y busca su aprobación de forma constante, quizás en busca de la figura paterna que no pudo ejercer su padre, un agresor sexual. Las violencias también son un tipo de pérdida dentro de la novela, sobre todo la de los padres, como pudimos ver la la silenciosa violencia de la madre de Sabbath. Esta sensación deviene de su incapacidad de ejercer como las expectativas que se tiene de ellos. La decepción también es una forma de duelo.

Drenka, la última mujer que lo marca íntimamente, es quien más se parece a Sabbath. Incluso la llama su «versión mujer». Ella manifiesta su pérdida mediante un matrimonio infeliz. Su marido la ata a su tierra natal, a su lengua materna, ya perdida, pues no encuentra lugar en Estados Unidos, y por ello no puede abandonarlo, sino que trata de satisfacerse engañándolo con múltiples hombres en los cuales cree encontrar, a partir de la química sexual, al amor de su vida. Para su mala suerte, ese hombre, o lo más parecido a su ideal, es el desastroso Sabbath.

Tal como le sucede a Frank en Magnolia, Drenka replantea su amor y su odio al tener tan cerca la muerte. Sabbath la acompaña secretamente durante el proceso y, como ella, por fin abandona esa fachada de adolescente libidinoso e irrefrenable para dejar paso a una de sus etapas más vulnerables que hasta entonces los lectores no conocíamos y ni siquiera éramos capaces de intuir. Este último duelo, este miedo a la muerte y, en consecuencia, el arrepentimiento, son las piezas para comprender qué lleva a Mickey Sabbath a planear su funeral y repasar la lista de personas que hirió y de qué forma ese dolor regresó a él.

La fuente de sus problemas es que, a partir de la pérdida, Sabbath cree que el mundo le debe algo y por eso siempre está buscando ampliar el placer que la tranquila vida con problemas cotidianos es incapaz de ofrecerle. Es un personaje en busca de placer y dolor, de pecado y redención. Se asemeja más a una figura villanesca. Incluso sigue el parámetro del protagonista villano: cuando parece estar más cerca de la salvación, se hunde nuevamente para demostrarnos que, desde un principio, su destino estaba marcado por el odio y la cobardía. Y sin embargo, no podemos negar sus matices a lo largo del texto la piedad que influye cuando, en los momentos donde más lo necesitan, está, así sea incomodando, pero jamás como la ausencia que tanto lo ha violentado.

Avatar de Adriano Albinez
Share via
Copy link