A un año del 28 de julio de 2024: el fraude histórico que intenta silenciar a un país

Este relato nace de la voz de uno de los testigos que sobrevivió a la jornada electoral más tensa de los últimos años en Venezuela. Sus palabras, entrecortadas aún por la mezcla de miedo y rabia, son el eco de una madrugada en la que un país entero contuvo la respiración.

A las tres de la mañana, la noche seguía pegada al asfalto cuando cruzaron la reja del centro electoral. No había marcha atrás. Credenciales, cédulas, teléfonos y una fe obstinada eran lo único que llevaban encima. Se encomendaron a Dios, porque el día prometía ser largo, de esos que quiebran músculos y espíritu a partes iguales.

«Nos llamaron comanditos —recuerda—, pero éramos otra cosa: venezolanos defendiendo su libertad. Y aún lo somos».

La consigna era resistir: no ceder al cansancio ni a las provocaciones, no dejar que los expulsaran. Cada voto valía tanto como una vida. Y pronto comenzaron las primeras irregularidades: centros que no abrían a tiempo, electores coaccionados con la amenaza de perder bonos y alimentos, empleados obligados a fotografiar su voto bajo riesgo de despido. «Intentaron expulsarme varias veces. Me gritaban “ustedes son gente basura”, pero no caí. Mi único trabajo era defender el voto». En el transcurso de ese día se violaron los siguientes artículos de los procesos electorales:

  • Artículo 289. El voto es secreto y libre; partidos afines al gobierno ubicados en sus puntos rojos toman control de las asistencias de los votantes antes de pasar al centro de votación, coaccionando este derecho bajo amenazas de retiros de beneficios como bonos o bolsas CLAP. 
  • Artículo 290. El voto se ejerce de manera individual; varios testigos del partido socialista acompañan a electores a ejercer su derecho, violando este artículo.
  • Artículo 292. No está permitido fotografiar el comprobante de voto; a trabajadores públicos se les exige fotografiarlo bajo amenazas de despido.
  • Artículo 308. Horario del Acto de Votación; se intenta cerrar los centros con electores en cola.
  • Artículo 337. El testigo tiene derecho a recibir una copia del acta de escrutinio; se busca impedir a los testigos recibir este derecho.

La tarde trajo la operación morrocoy, esa artimaña conocida para ralentizar la votación y cerrar con gente aún en cola. Aun así, la mayoría ya había sufragado. Cuando cayó la noche, los mensajes comenzaron a reventar los grupos de WhatsApp: Edmundo González Urrutia arrasaba en los principales centros. Afuera, las caravanas gritaban victoria; adentro, el aire olía a encierro y nervios.

«Sentía la alegría atragantada en el pecho. Veía a los militares recibir llamadas, a la presidenta del centro —militante oficialista— murmurar derrotada: “Perdimos”».

Pero la violencia llegó antes que el amanecer. Centros grandes del municipio eran tomados a golpes; testigos y coordinadores, perseguidos. «Nuestro coordinador nos avisó que venían por nosotros. Hablamos con la comunidad: les pedimos que no permitieran que nos sacaran. Esa noche sentí miedo y orgullo a la vez; sabíamos que habíamos ganado, pero también que ellos no saben perder».

Resultado

«Eran las nueve de la noche cuando comenzaron a llegar los reportes: en los principales centros del estado la victoria de Edmundo González Urrutia era clara. Afuera, caravanas improvisadas hacían sonar bocinas y gritos de celebración, mientras nosotros seguíamos encerrados en un centro donde la máquina se negaba a transmitir. Sentía una alegría contenida, una adrenalina que se mezclaba con la tensión. De pronto, el bullicio cesó: vi a los militares recibir llamadas y a la presidenta del centro —militante oficialista— dejar escapar una frase que me retumbó en la cabeza: “Perdimos”.

Las horas siguientes trajeron noticias de violencia. Grupos armados habían tomado los centros más grandes, golpeando a testigos y coordinadores. Nuestro coordinador nos advirtió que podían venir por nosotros; pedimos a la comunidad que, si intentaban sacarnos, no lo permitieran. El miedo se mezclaba con la certeza de haber ganado. Esa noche nos mantuvimos alerta, sabiendo que la minoría que no sabe perder suele responder con violencia.

Al amanecer, el Consejo Nacional Electoral anunció la «victoria» de Nicolás Maduro: 51,2 % de los votos. En la oposición, con todas las actas en mano, aseguraban otra realidad: 70 % para González Urrutia. No hubo festejos; solo rabia, lágrimas y la amarga certeza de una victoria robada. Afuera, comenzaron las marchas contra lo que llamaron fraude electoral, seguidas por una ola de represión, persecución de testigos y desapariciones. “Mi familia me rogaba que me fuera. Nos pedían borrar chats, fotos, todo. Hasta la memoria se había vuelto peligrosa», recuerda el testigo.»

«Ganamos y todo el mundo lo sabe. Lo que aún no sabemos es cuándo vamos a poder celebrarlo».

Programa Venezolano de Educación Acción en Derechos Humanos (PROVEA)

Un año después, la herida sigue abierta. El más reciente informe de la ONG Programa Venezolano de Educación Acción en Derechos Humanos (PROVEA), publicado el 25 de junio de 2025, revela la magnitud de la represión: al menos 28 personas siguen desaparecidas de forma forzada, entre ellas doce extranjeras sin acceso a asistencia consular. Se documentaron también 32 casos de tortura y malos tratos en prisión, 15 de ellos contra adolescentes, y la detención de unas 70 personas —entre líderes opositores, defensores de derechos humanos y 17 ciudadanos extranjeros— bajo acusaciones de pertenecer a un supuesto grupo terrorista.

En medio de este clima, Venezuela acaba de celebrar comicios regionales para gobernadores y alcaldes, donde los candidatos del Partido Socialista Unido de Venezuela se proclamaron ganadores en un escenario marcado por la profunda abstención ciudadana. El país permanece entre los que ofrecen las peores condiciones de vida y seguridad, una realidad que sigue oscureciendo cualquier atisbo de confianza en el sistema político.

Avatar de Ana Gabriela Pineda
Share via
Copy link