Aunque ahora se llame «El Emblemático Q de Lima», el nombre «Queirolo» no desaparecerá de la memoria, sino que se multiplicará en cada recuerdo y en cada brindis.
Cambiar de nombre siempre suena a un gesto radical. Empezar de cero, cortar con el pasado, abrir una nueva etapa, pero la realidad es distinta. La memoria, el hábito y la costumbre suelen imponerse al marketing y hasta a las resoluciones legales.
Ahí está el caso reciente del Bar Queirolo. Tras más de un siglo de existencia en el Centro de Lima, el local tuvo que resignarse a dejar atrás el apellido que lo hizo parte de la bohemia limeña. Ya no es Bar Queirolo, ahora se llama «El Emblemático Q de Lima». No fue una decisión de estilo ni un intento de modernización, sino el desenlace de una larga disputa legal con la Antigua Taberna Queirolo de Pueblo Libre, que posee los derechos del nombre desde 1990. El Indecopi dictó la sentencia: adiós al Queirolo. Y, sin embargo, la gente seguirá diciendo: “vamos al Queirolo”.

El histórico letrero del bar en el Centro de Lima, antes del cambio de nombre impuesto por Indecopi. (Foto: Infobae
Ese “error” lingüístico no es simple nostalgia, es memoria popular. Cuando un nombre se asienta en la vida cotidiana, deja de ser solo una marca y se convierte en un signo cultural. El Queirolo no es únicamente un bar. Es una postal del centro, un eco de tertulias, un lugar donde el apellido se mezcló con los vasos de alcohol y las mesas llenas de historia. ¿Cómo reemplazar eso con una letra Q?
Estos cambios nos revelan algo más profundo. El nombre que sobrevive no es el que dicta un registro legal o un manual de branding, sino el que queda tatuado en la memoria colectiva. La gente se resiste a olvidar porque el nombre no es solo una palabra. Es un recuerdo que habita entre los que han visitado aquel bar donde nos sentimos en la Lima antigua. Con paredes amarillas llenas de fotografías que han capturado momentos inolvidables, estanterías con botellas que pronto se volverán un reflejo borroso en tu mesa. Entre los jirones Quilca y Camaná siempre podremos oír (o recordar) el sonido de los vasos de vidrio, las cervezas destapándose, las risas de alguna conversación y los cubiertos sobre los platos.

Interior del bar(Foto: Viator)
Y en tiempos donde todo se rebrandea (bares, artistas, cadenas comerciales) conviene recordar que la lengua popular es un tribunal mucho más poderoso que Indecopi. La calle no obedece comunicados de prensa. La calle bautiza y rebautiza a su manera. Por eso, aunque el rótulo brille en letras nuevas, seguiremos diciendo “Queirolo”.
Porque al final, los nombres son como cicatrices: aunque intentes cubrirlos, siempre se asoman bajo la piel de la memoria. La ley puede ordenar un cambio, pero nadie regula lo que susurran las calles. Lo que importa no es lo que se escribe, sino lo que se pronuncia. Para muchos limeños y viajeros que recorren el corazón de la ciudad, seguirá siendo el Queirolo de siempre.

«El Emblemático Q de Lima» (Ex bar Queirolo) (Foto: Perú Retail)