Después de tantas décadas, es imposible no recordar a uno de los cuentistas más influyentes de la literatura latinoamericana. Cuya mirada irónica y melancólica transformó para siempre el cuento peruano.
El origen de una voz singular
Julio Ramón Ribeyro nació el 31 de agosto de 1929 en el distrito limeño de Santa Beatriz. Estudió Derecho y Letras en la Pontificia Universidad Católica del Perú. Entre los años 1950 y 1960 se formó en España, Francia y Alemania. Residió en París donde trabajó para France Presse y ejerció cargos diplomáticos ante la UNESCO. En su obra se destacan «Los gallinazos sin plumas» (1955), «Cuentos de circunstancias» (1959), «Crónica de San Gabriel» (1960), «Los geniecillos dominicales» (1965), y la influyente colección «La palabra del mudo» (1972–1992). Ganador del Premio Juan Rulfo en 1994. Ribeyro es considerado un maestro del cuento urbano peruano.

Portada de «La palabra del mudo». Antología esencial del cuentista peruano Julio Ramón Ribeyro
La Lima que lo moldeó
Ribeyro surge junto a voces como Enrique Congrains u Oswaldo Reynoso, dentro de esa corriente literaria que llamamos Generación del 50. Su escritura es hija de un Perú en transformación: una década de crecimiento que cerró abruptamente con el golpe de Estado de Odría en 1948, que desplazó el efímero pulso democrático de Bustamante y Rivero. Apenas dos años después, Odría asumía la presidencia e impulsaba obras públicas monumentales. Esa Lima en expansión, vacía de provincias, empezó a recibir oleadas de migrantes andinos: la ciudad se expandía como un cuerpo que debía absorber voces y silencios nuevos. Fue en ese paisaje urbano conquistado, entre el polvo y los sueños, donde Ribeyro encontró su rumbo literario, polinizando el relato con las historias que nadie contaba.
El arte de contar lo que nadie mira
Su escritura se centra en personajes marginales, excluidos, seres mudos que cobran voz en su universo narrativo, gente común enfrentada a infortunios cotidianos. Protagonistas que casi siempre viven en barrios humildes o, con más frecuencia, en una clase media apagada, sin sobresaltos. Son personajes que creen vislumbrar una salida luminosa a su rutina, pero el camino que eligen suele llevarlos a una derrota inevitable. Su universo narrativo está marcado por el escepticismo y la frustración, aunque nunca exento de cierta ironía y un humor sutil. Como él mismo afirmaba:
«el humor hace más habitable la tragedia»
En su obra, la tristeza y la pérdida no solo son temas recurrentes sino que actúan como ejes centrales que sostienen cada verso y cada silencio. También decía:
«donde empieza la felicidad termina el cuento»
Recordándonos que las historias felices rara vez tienen un inicio en sus páginas, incluso cuando la felicidad aparece, suele abandonar las páginas antes del último párrafo.
Un legado que no se apaga
A décadas de su partida, Ribeyro sigue siendo un referente ineludible del cuento latinoamericano. Sus historias, lejos de envejecer, parecen dialogar con los desarraigos, frustraciones y esperanzas de cualquier época. Su prosa nos recuerda que incluso lo más invisible de la vida puede convertirse en literatura duradera.

Retrato de Julio Ramón Ribeyro, el observador de lo invisible y narrador de lo cotidiano.