Mi primer amor: ¿Cómo se conocieron Julia Urquidi y Mario Vargas Llosa?

La primera edición de Lo que Varguitas no dijo (1983) y Julia Urquidi en un café en París.

En el Perú, el género de la literatura de «no ficción» que expresa la vida de diversas personalidades reales se mantiene soterrado. Pese a ello, existen importantes textos exponentes de biografías y memorias tales como Mucha suerte con harto palo (1976) de Ciro Alegría, Memorias (1992) de Dora Meyer, La tentación del fracaso (1992) de Julio Ramón Ribeyro, Permiso para sentir (1993) de Alfredo Bryce Echenique y La vida que yo viví (2017) de Magda portal. Del mismo modo, perviven otro tipo de testimonios biográficos donde las voces narrativas no son las protagonistas, sino testigos de aquellas figuras públicas del pasado. Así, obras como La Campaña de la Breña: Memorias del Mariscal del Perú, D. Andrés A. Cáceres (1927) de Zoila Aurora Cáceres y Mi Manuel (1947) de Adriana De Gonzáles Prada buscan dar cuenta de la intimidad, dudas y vericuetos vitales de personajes históricos. 

En esta larga tradición figura, también, el relato de la primera esposa de Mario Vargas Llosa: Julia Urquidi. El texto Lo que dijo no Varguitas (1983) es una respuesta al libro La tía Julia y el escribidor (1977) en donde la autora narra diferentes pasajes que compartió con el fenecido Vargas Llosa. En los primeros tres capítulos la narradora describe su primer encuentro con el joven Mario. Comenta que lo conoció en medio de un berrinche en el que el niño Mario no quería comer, pese a los diversos intentos de su abuela. Ante el acto tan majadero del niño, Julia le propina un coscorrón con el que le exige que deje de actuar mediante mañas. Ese fue el primer contacto entre Mario y Julia, jóvenes, aún, con 9 y 19 años respectivamente.

Muchos años pasaron y ambos tienen un reencuentro donde Julia está en proceso de divorcio y Mario ya se encontraba siendo parte de la UNMSM. 

Llegué a mediados de mayo de 1955 (…). Al día siguiente vi a Mario, me acuerdo de que vestía un pantalón gris, camisa blanca sport y una compa también gris -muy estilo Corín Tellado-; fue una sorpresa el verlo, sorpresa agradable que disipó la imagen que tenía y guardaba del chiquillo malcriado y engreído que conocí casi 10 años atrás. (Urquidi, 2012, p. 15)

La narradora describe cómo es que la familia, de algún modo, permitió el acercamiento entre ambos. Su hermana, Olga, consideraba que la recién llegada cochabambina podría ser flanco de jóvenes que podrían buscar seducirla, por lo que Mario se convertiría en una especie de guarda hasta que ella esté más estable tras su divorcio. Sus salidas al cine fueron frecuentes, entre ambos se comenzó a formar un sentimiento de complicidad y amicalidad. En un determinado momento, tras una salida convencional al cine, Mario abraza a Julia y le da un beso. El júbilo de Mario es tal que asume que se trata de una ensoñación y la estupefacción de Julia es tan grande, pero, en el fondo de sí, es lo que deseaba. En palabras de Julia Urquidi (2012), “a partir de ese día vivíamos esperando el momento de volver a vernos” (p. 16).

La relación entre ambos se mantiene en secreto con la salvedad del buen amigo de Mario, Javier Silva Ruete y su prima Nancy. Las salidas que compartían juntos eran de tal forma que el cinema no fue suficiente para mantener el romance. Ambos se dirigían a una boite pequeña (discoteca) llama Negro-Negro en donde Julia solicitaba siempre a la orquesta que canten el vals “Engañada” de Luis Alberto Núñez (canción que parece una premonición a su relación con Mario). En sus diversas salidas por la av. Armendáriz hacia Barranco, Mario demostraba un galanteo que le encantaba a Julia. Caminaban del brazo tomados de la mano y dialogaban sobre poesía o reían sobre cualquier acontecimiento. Ambos buscaron siempre el modo de no generar sospechas, sin embargo, ello cambia en un viaje de regreso a Lima. La familia retornaba de Paramonga tras una visita a un tío, por dos días, y a través de un pequeño gesto se revela el trasfondo sentimental entre ambos.

Ya de regreso y en el trayecto a Lima, quizá vencida por el cansancio y el sueño, le dije a Mario: “Varguitas, préstame tu hombro. Estoy agotada”. Y me quedé dormida agarrándole la mano. (…), tan insignificante detalle bastó para despertar sospechas de la tía Laura, quien llamó -ya en Lima- a una reunión de familia para decidir sobre nosotros. (Urquidi, 2012, p. 20)

Ante la inmediata sentencia familiar la pareja busca salir del apuro. Julia menciona que viajará a Chosica con una amiga y que no podrá asistir a dicha reunión, mientras que Mario aduce que estará fuera con unos amigos. De acuerdo a la consigna, ello serviría para refrenar la inmediata discusión que se avecina. Mientras Julia se prepara con esa idea, Mario llega para comunicarle que su tía Olga es consciente del amorío que tienen y que busca determinar, con toda la familia, como separarlos. Esto provoca que Mario le pida Julia huir con él y que se casen fuera de Lima: Chincha es el espacio elegido. Javier conducirá el auto que alquilaron y entre los tres buscan concebir la boda. La sorpresa fue grande, pues al llegar, el alcalde de uno de los distritos chinchanos estaba tan ebrio que se negó a casarlos. 

Tras dos días fuera de Lima, en el pueblo Grocio Prado, logran convencer a un alcalde -que a su vez era un pescador- y con ello la boda inicia. Pero pequeño detalle, para el matrimonio se requieren dos testigos, solo tienen a Javier. Julia busca en las calles a quien desea ser testigo del connubio y logra hacerse con una persona. Este, no obstante, se va aduciendo la necesidad de una buena botella de alcohol para festejarlo. Tras la desesperanza, los incidentes, las extrañezas y la intransigencia familiar logran por fin, concebir los esponsales. Mario y Julia son esposos desde 1955 (no desde mayo como se suele aducir, pues ella llega en ese mes lo que sería una inconsistencia biográfica magistral). Ambos piensan que les augura el bien, pero más desavenencias encontraran: el accidente vehicular de Javier, las amenazas de muerte de parte de Ernesto Vargas (el suegro), el exilio hacia Antofagasta, las pretensiones amorosas de parte de otro primo, etc.

Es así que el texto de Lo que Varguitas no dijo (1983) no es una crítica acre al premio Nobel de Literatura del 2010, sino un testimonio bien narrado de una mujer que amó y sufrió, tan intensamente, a un novicio escritor. Es así que este es un buen momento para (re)visitar el texto de Julia Urquidi y acercarnos más a quien fue en vida un perínclito prosista.

Bibliografía: Urquidi, J. (2012). Lo que Varguitas no dijo (2ª ed.). Grupo Editorial La Hoguera. 

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